jueves, 22 de diciembre de 2011

Romanticismoahogado en besos y tus risas amor y me hundo en el calor que hay en tus mundos en tu Mar, llorando en silencio, temblando tu ausencia,


Era una puerta de madera, color azul marinera, agrietada por todas partes, con un candado como llave y un felpudo como bienvenida.
Esa puerta llamaba tanto su atención cada vez que pasaba delante de ella. Nunca se abría, pero todas las mañanas a la misma hora, se oía esa melodía, que envolvía a todo el pueblo en un sentimiento nostálgico y triste.
Esa curiosidad tan extrema que conseguía alborotarlo de una manera sorprendente, hacía que buscara durante horas y horas  un mínimo hueco en alguna ventana, tan solo, para poder ver quien se hallaba dentro, cada vez ,que ese melancólico sonido comenzaba.
Todas esas ganas de averiguar qué estaba pasando ahí dentro, se resumieron en la puerta, había un hueco de lo más suculento, para echar un vistazo y ver todo de dentro, no se había percatado que esa preciosa puerta que tanto le llamaba la atención le ayudaría a ver lo más hermoso que jamás había visto.
Con pasos lentos, y con un temblor gracioso en las rodillas, llegó hasta la puerta, aminorando el paso a su llegada con el felpudo.
Se puso de rodillas en ese felpudo marrón que picaba, cerró los ojos para decirse a sí mismo que había llegado el momento.
Apoyo una mano en la puerta de madera y puso el ojo, frente la grieta.
Y ahí estaba, una chica bailando al compás de la música, tenía un  aspecto otoñal, su pelo castaño también se movía al ritmo del sonido.
Tenía una malla blanca y una falda de seda, que conseguían que se vieran los movimientos del cuerpo, sus músculos y sus curvas.
Dios, jamás había visto algo parecido antes, es lo más hermoso que podría imaginarse.
Ella parecía que flotaba, que sus manos acariciaban nubes, y que sus pies se deslizaban como si estuvieran dentro del agua.
Y así, cada día, iba a verla, enamorándose más y más de ella.

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